La Astrología Tibetana es determinista únicamente en el sentido de que la ley del karma gobierna nuestras vidas. Sin embargo tenemos la posibilidad del libre albedrío, ya que éste no sigue ningún patrón predeterminado. Es por medio de este libre albedrío que la humanidad puede guiar su futuro y tener la posibilidad de “crear” en cierta medida su propio destino.
La sugerencia de que los planetas “causan” u originan algunos eventos, es un error de interpretación muy frecuente. Se debería entender la influencia que tienen los planetas sobre los seres humanos comparándolo con la relación entre un termómetro y la temperatura corporal. El termómetro indica tan sólo la fiebre, no la ocasiona. De la misma manera, los planetas funcionan como indicadores, no originan los sucesos.
Las estrellas no gobiernan nuestro destino, tan sólo dan cuenta de un destino que ya ha sido (en cierta medida) forjado. Una vez más nos encontramos frente al intrincado funcionamiento de la ley del karma. Los planetas operan como un símbolo o una energía, pero no como una fuerza originadora. No dictan, sino que indican las energías que están en juego en cualquier situación en un momento determinado de nuestras vidas.
La Astrología Tibetana es el estudio de las fuerzas o energías sutiles que configuran nuestro mundo fenoménico. Cuando analizamos un horóscopo, estamos tratando de identificar nada menos que la infinidad de formas que produce la combinación de estas energías. Como seres compuestos de “energía”, cada uno de nosotros tiene una combinación particular de estas energías que configuran la totalidad de nuestro ser. Esto equivale a decir que cada uno de nosotros está compuesto por una serie de influencias gravitacionales planetarias, desde distintos ángulos, grados y en diferente cantidad. La multiplicidad de posibles combinaciones da cuenta de la variedad de personalidades, de psiquismos, así como de constituciones emocionales e intelectuales que encontramos en los seres humanos.
Fuentes: “Tibetan Astro Science”, Jhampa Kalsang
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